Diogo Oliveira – 20/11/2017
LOS DILEMAS DE LA EDUCACIÓN INTERCULTURAL EN LA REGIÓN ANDINA
Werner Vásquez von Schoettler
Sociólogo, máster en relaciones económicas internacionales (economía y finanzas), máster en educación (intercultural) doctor estudios políticos
La región andina está compuesta por una diversidad de pueblos y nacionalidades, los cuales desde el tiempo de la colonia se han debatido entre la resistencia y las iniciativas colectivas en defensa al derecho a existir. Iniciados los procesos republicanos, las aspiraciones de mejoras en las condiciones de vida, entre esas, el acceso a la educación se vio sistemáticamente boicoteado por las distintas élites que veían en el proceso de educación un potencial peligro al sistema político y económico. Las élites propiciaron procesos de educación, pero centrados en convertir a los denominados indios, posteriormente indígenas, como a las poblaciones afrodescendientes en mestizos de una o de otra manera. La educación se centraba en alfabetizar a las poblaciones, pero desde criterios blanco-mestizos, para que estas poblaciones acepten de mejor manera y modos el modelo de dominación cultural, ideológica, política y, por supuesto, económica; recordando que, precisamente, estos pueblos y nacionalidades eran, casi, los únicos que pagaban impuestos. Por otro lado, el propio proceso de dominación, de escaso reconocimiento legítimo, llevó a indígenas a fortalecer, no solamente, el sistema de organización comunitario, sino, enfocarlo a la acción colectiva, movilizadora, para propiciar una actoría propia respecto a la educación. Los principios de reciprocidad, complementariedad, de minga, característicos del llamado “mundo andino”, marcarían grandes movilizaciones a favor, tanto de reformas agrarias, como por alcanzar un espacio propio en el modelo de educación pública. Las reivindicaciones para que se reconozcan los “saberes ancestrales” fueron vitales, a la hora de la planificación de políticas públicas educativas más incluyentes. La década del noventa del siglo XX, fue el momento, quizás, cumbre al lograrse constituir sistemas educativos interculturales bilingües; caso ejemplar fue Ecuador. Estos sistemas centraban el modelo educativo en la recuperación de la memoria oral, de las prácticas comunitarias y lingüísticas, como pilares de una nueva pedagogía y didáctica para enfrentar a la hegemonía cultural blanco-mestiza. Reivindicar la enseñanza en la propia lengua, como privilegiar conocimientos orales acumulados por siglos, fue un reto para lograr un espacio propio de reconocimiento por parte de los otros grupos de la sociedad, como de parte del Estado. Alfabetizar ya no era un simple proceso de aprender las letras y los números, sino que la metodología se planteaba desde una visión de “liberación”. Alfabetización era sinónimo, ya no solo de resistencia organizada, sino de avanzar hacia un proyecto político propio e incluso, como sucedió en el Ecuador, un proyecto de Estado Nación para todos los grupos étnicos. De estos procesos de hacer una educación propia, surgieron a lo largo de décadas, líderes y lideresas, locales, regionales, nacionales, por toda la región andina. Hacer educación liberadora, fue hacer educación política y organizativa. Claro que esta educación requería socios a todo nivel, como lo fue la llamada “Iglesia de base, Iglesia Liberadora”: católicos comprometidos con la Teología de la Liberación y su visión de transformación social, también socios políticos, como partidos y movimientos de izquierda cristiana, incluso los tradicionales partidos comunistas y socialistas, sin que eso significase una alianza ya que sus ejes ideológicos en última instancia marcaban caminos diferentes. De estos largos y complejos procesos, la educación intercultural pasó por diferentes fases de expansión y repliegues en Venezuela, Colombia, Perú, Bolivia, marcados, tanto por políticas del llamado progresismo, como por políticas neoliberales. Quizás el mayor reto en estos tiempos sean las metodologías para medir los resultados obtenidos en la educación intercultural. Los Estados y los organismos internacionales buscan conocer los logros alcanzados. No hay duda que hay intereses de todo tipo. Parece que la propia noción de educación intercultural en la región andina se plantea como un desafío no solo para pueblos y nacionalidades, sino para los propios Estados que se proclaman como interculturales, contradictoriamente, con una ausencia de debates públicos de cómo construir ese Estado, donde los grupos históricamente excluidos no sean simples “objeto” de políticas públicas, sino sujetos plenamente reconocidos en sus derechos humanos, individuales y colectivos, que disputan y disputarán, legítimamente, el poder político a las élites tradicionales.